En un sondeo rápido que realicé, la mayoría de las personas estuvieron de acuerdo, por un lado, en la importancia de hacer bien las cosas y, por otro lado, en que la queja y el lamento no ayudan a los resultados.
Sin embargo, cuando llega el momento de analizar la productividad, de forma inmediata hacemos uso de los clásicos argumentos, que en realidad, son excusas que acompañan nuestra labor.
Veamos cuáles son las 4 excusas más utilizadas, para identificarlas y erradicarlas, con el propósito de lograr mayor productividad.
#1. Eso no está a mi cargo
Por supuesto que cada persona debe enfocarse a cumplir con las tareas que le fueron encomendadas, sin embargo, en ocasiones “esta frase” es una muestra de la poca voluntad por el resultado del equipo y el interés general.
#2. Tengo demasiadas cosas para hacer
Esta clásica excusa aparece cuando solicitamos algo “nuevo” o la “ayuda en algo que sale de la rutina”. Esta frase puede deberse a dos causas:
- Tenemos un problema de organización de nuestro ambiente, recursos y tareas; razón por la cual, la desprolijidad nos sofoca.
- Estamos mintiendo para evitar trabajar.
#3. Estoy sin ayuda
Por lo general esta argumentación tiene como contexto, la ausencia de algún o algunos compañeros de trabajo; pero en la mayoría de los casos, es una “queja encubierta”, sobre la cual se fundamenta la “razón” de no alcanzar los resultados por culpa de los demás.
#4. No sabía que tenía que hacer eso
Esta cuarta “excusa” aparece disfrazada de falta de conocimiento o información, pero en realidad es una muestra de carencia de proactividad e iniciativa.
En honor a la verdad, cabe mencionar que no todas las veces que una persona utiliza estas frases, busca ser improductiva, porque puede ser una situación real. Pero, si se repiten de manera sistemática y se hacen costumbre, estamos ante personas que viven de la excusa para evitar incrementar los resultados.
¿Hasta cuándo la excusa, la queja y el lamento, formarán parte del ambiente de trabajo, evitando que se hagan las cosas bien?… La respuesta es simple: Hasta que la persona a cargo decida lo contrario, actuando en consecuencia de una forma clara, contundente y firme.