Nuevos Parámetros de Calidad, para la Educación Superior del Siglo XXI: Cómo responder a la proliferación de la Educación Universitaria
El siglo XXI ha sido escenario de numerosos cambios, en el campo de la educación a nivel latinoamericano. La globalización contribuyó a que las innovaciones en el sector de la educación superior, cambiaran considerablemente en su calidad y frecuencia. A esto se suma la notable influencia de la tecnología, que incursionó en la educación.
Ahora, en Latinoamérica se evidenció un aumento cuantitativo considerable de la matrícula universitaria durante los últimos años y la cantidad de universidades. Muchos estudiantes pudieron acceder a la educación superior y paradigmas como la educación a distancia o la educación permanente incluso abrieron las puertas a una buena educación formal para personas ya insertas en el mercado laboral y ya más mayores. (De Jager & Cernuzzi, 2013, pág. 133; Rivarola, 2008, pág. 559)
Aun así, la cantidad no asegura calidad. Y nuevas condiciones requieren nuevos parámetros de valoración. El paradigma de la universidad como monopolio de la enseñanza o de la generación de conocimiento científico ha sido derrumbado por empresas, laboratorios privados, etc. Por lo tanto, se tiene que analizar la educación superior con parámetros innovadores y contextualizados. (Bustamante Belaunde, s.f.; De Jager & Cernuzzi, 2013, pág. 133)
Y este breve artículo pretende hacer hincapié a algunos de estos parámetros, invitando a la reflexión, sobre todo a los docentes que están activos en este campo profesional.
Según la UNESCO, que se expresó acerca de la calidad de la educación superior en el marco de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI, al hablar de la calidad en la educación superior se habla de “un concepto pluridimensional” que abarca varias funciones y actividades. Este concepto incluye la enseñanza, los programas académicos, la investigación, las becas, el personal en general, los estudiantes, infraestructura edilicia, equipamientos y servicios comunitarios. (Becerra Porras & Diéguez Delgadillo, 2007, pág. 35)
Cada una de estas dimensiones es un mundo por sí misma y se podría llenar páginas, desarticulando cada concepto. Sin embargo, considerando la realidad nacional, este artículo breve se centrará en los siguientes tres aspectos: los programas académicos, la investigación en el área de la educación superior y los estudiantes. Se destacará los desafíos correspondientes para así, al final proponer algunos pasos que podrían contribuir a una gradual mejora en este ámbito.
Con respecto a los programas académicos, se tiene que destacar que, aunque la mayor parte de las universidades ya han adoptado un enfoque de currículum por competencias y han, en este sentido, abogado por la innovación, en general, perdieron mucha competitividad. (Bustamante Belaunde, s.f.)
En el mundo actualizado, la rigidez por la cual se caracterizan muchos programas académicos causa que los estudiantes sean formados de forma muy especializada y también que el enfoque radica principalmente en la enseñanza – y una consecuente pasividad de parte del alumnado. En el mundo actual se requiere que los egresados se destaquen por una creatividad para la resolución de problemas, por una actitud emprendedora y por habilidades intelectuales superiores. Además, un enfoque mucho más interdisciplinario es necesario para hacer frente a las demandas del mercado. (Becerra Porras & Diéguez Delgadillo, 2007, pág. 37)
Un segundo parámetro que sirve para evaluar la calidad de una institución de educación superior es su contribución en lo que atañe a la investigación. Definitivamente la universidad dejó de ser el monopolio en el área de la investigación científica y comparte esta actividad con las empresas y laboratorios privados. Pero para ser competitivas, las universidades necesitan aportar conocimiento a la sociedad. Necesitan ser centros de generación de conocimiento científico y humanístico. (Bustamante Belaunde, s.f.; Recalde, Cantero Lusardi, & Jara Acosta, 2013, pág. 41)
El tercer parámetro está relacionado con los estudiantes. Un problema generalizado en América Latina es la baja eficiencia terminal del estudiantado. Un porcentaje muy bajo logra concluir realmente su estudio y titularse o lo hace un tiempo significativamente mayor de lo programado. Para ser una institución educativa de calidad, una universidad también precisa de estadísticas cuantitativos que demuestren la habilidad de parte de los estudiantes de recibirse en su área de conocimiento. (Becerra Porras & Diéguez Delgadillo, 2007, pág. 37; De Jager & Cernuzzi, 2013, pág. 134)
Vinculado a la baja eficiencia terminal está un desempleo o subempleo de los egresados. Por un lado, esto se puede deber a deficiencias en la formación que se proporcionó o la baja de la demanda laboral en ciertas áreas. Debido a esto, vuelve a irrumpir el imperativo de la interdisciplinariedad. Los estudiantes universitarios necesitan estar formados en una variedad de competencias más generalizadas que especializadas. (Becerra Porras & Diéguez Delgadillo, 2007, pág. 37)
Concluyendo se hace evidente la necesidad de repensar algunas concepciones acerca de la calidad educativa en el ámbito superior. La misma, así como se expuso, no se limita a la magnitud de los edificios o a la cantidad de carreras que se ofrecen. (De Jager & Cernuzzi, 2013) En el siglo de la proliferación universitaria, existen una multitud de parámetros e indicadores de calidad, de los cuales se incluyeron algunos en este artículo.
Se sugiere entonces, en primer lugar, realizar evaluaciones institucionales esporádicas y profundas. Cada evaluación no sólo se limita a medir o a recaudar información, sino orienta las decisiones consecuentes. Las evaluaciones deben desembocar en estrategias de transformación a mediano y largo plazo. En el caso de las tres áreas mencionadas en este escrito, se sugiere, por ejemplo.
a) Realizar sondeos entre las universidades y sobretodo en el mercado laboral buscando propuestas de innovación curricular que consideren los avances tecnológicos, asuman un enfoque más interdisciplinario y enfocado en valores profesionales.
b) Pensar en actividades promovedoras de la investigación, al ser p.e. ferias, concursos, talleres, foros, etc.).
c) Repensar los mecanismos institucionales que se refieren a la graduación de los estudiantes. ¿Existen alternativas al tradicional trabajo de grado? ¿Se puede reducir los costos para los estudiantes? ¿Qué estrategias contribuirían hacia un acortamiento del plazo temporal para la graduación?
Se cierra con la frase de Belaunde: “La salvación de las universidades será su competitividad”. Manos a la obra.
Lic. Michael Giesbrecht
Referencias
- Becerra Porras, A., & Diéguez Delgadillo, P. (2007). La calidad de la Educación Superior: elementos para su reflexión . En Educación Superior y Globalización: Reflexiones y Perspectivas (págs. 31-51). Puebla : Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
- Bustamante Belaunde, L. (s.f.). (L. Figueroa, Entrevistador) Universidad Francisco Marroquín .
- De Jager, G., & Cernuzzi, L. (2013). Educación superior: ¿un accidente maravilloso? Revista Paraguaya de Educación, 1(3), 135-147.
- Recalde, H. A., Cantero Lusardi, W., & Jara Acosta, J. Á. (2013). Globalización de la Educación Superior en Paraguay. GUAL, 6(4), 37-48. Obtenido de http://dx.doi.org/10.5007/1983-4535.2013v6n4p37
- Rivarola, D. (julio de 2008). La Universidad Paraguaya, Hoy. Avaliação, Campinas; Sorocaba, SP, 13(2), 533-578. Obtenido de https://www.scielo.br/j/aval/a/ynHdDkMZcLvR9DbcX8Gjtqb/?lang=es&format=pdf